Animales políticos de Morón
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Guillermo Morón posee su bestiario político exclusivo, un personal zoológico de ciertos animales criollos y propios a los que el escritor le atribuye defectos y virtudes, vicios y moralejas, perversiones intrínsecas al hacer político nacional.
La codicia, la avaricia, el engaño, la componenda, las prebendas, el abuso de poder, la lujuria, la hipocresía, la suficiencia, el desprecio, la inequidad, el abuso, el irrespeto, el odio, la protección de allegados y familiares, el chisme, la adulancia, la soberbia, el insulto y la jaladera de bolas o de galones, según el caso y la circunstancia, acompañan, para retratarlos, a los animales políticos del zoológico personal de Morón, sito en la comarca bolivariana para nutrir su fértil imaginación
El Rey de los Lagartos
“Asomó el primero su altiva cabeza por el borde izquierdo del barranco. Movió, altanero, el rostro; la mirada al frente, avanzó luego a paso firme, como si aplanara la trocha, casi a marcha de vencedor, Ágiles los nerviosos cuerpos, en fila india, ascendieron por el flanco derecho entre los matorrales, los cinco de un pelotón delgado. Pequeño, liso, frágil el delantero, los ojos precavidos y alerta. Más fuertes, como peones mal entrenados, los compañeros de ruta. Otro solitario, acomodó todo el cuerpo, a cuatro patas, en la piedra ancha que parte en dos la geografía bajera del lugar, unas tunas, arena gruesa de volcán, chamizal tieso de largos días sin lluvia, cantos rodados con viejas nostalgias de nubes, rocas ancianas, pedrugones mozos. Uno chiquito, con los ojos apagados, parece tomar el sol en una pala del tunero. Mueve sigilosamente la cola aguda, verde la cola como aguja de cardón. Los ojos sumidos, ojos de barro seco, de un pequeño ejército, se mueve con ruido ligero por la retaguardia, de improviso, en escaramuza, guerrilleros de sombras apretadas, de dos en fondo, a la ofensiva. Los lagartos del barranco se han dado cita para escuchar a sus dirigentes. El Rey de los Lagartos, que es general, los vio congregarse y creyó que venían para aplaudirle y rendirle pleitesía. Por eso se asomó a la ventana, levantó las delanteras, sonrió complacido y se disponía a echar un discurso. Pero los lagartos se dedicaron a lo suyo, esto es, a comer conchitas de pan y hojitas verdes y granitos de arroz blanco. El Rey de los Lagartos, que es general, volvió a dormir su siesta, después de cumplir con sus hábitos, beber cerveza, comer arepa tostada con caviar y tomar el sol en la terraza. En el barranco, donde viven los lagartos, todo quedó nuevamente en paz y buen calor.”
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