Rubén Monasterios
Los latinos llamaron peditum (apéndice o rabito) y, en un lenguaje más elegante, crepitus ventris(crepitación o ruido del vientre), lo que en castellano moderno significa “ventosidad que se expele por el ano” (según el Sopena), y se designa con una variedad de nombres, entre otros: pedo(definición dada, en la primera acepción del término), flato (“acumulación molesta de gases en el tubo digestivo”, 1ª. acepción), meteorismo (“abultamiento del vientre por gases acumulados en el tubo digestivo”), cuesco (en su 2ª. acepción, “pedo ruidoso”), neuma (del griego neuma, espíritu, soplo, aliento; cultismo por analogía); y los vulgarismos más o menos locales, que son metáforas funcionales o formales: viento, vapor, pluma. Ventosear, ventear, peer o pear –palabra del habla común no aceptada por la Academia– y peir, en castellano antiguo, son verbos que designan la acción de expeler los gases intestinales. Flatoso, flatuoso, ventosero, pedorrero, pedorreta,pedorro, designan al sujeto de la acción y se dicen en particular de aquel que los emiten frecuentemente y sin aprensión. Pedorreta es el sonido que se hace con la boca, imitando al pedo, usualmente con propósito desaprobatorio. La forma peo no figura en los diccionarios de la lengua ni siquiera como venezolanismo, aunque Corominas y Pascual la reseñan como vulgarismo antiguo; tampoco la considera Rosenblat en Buenas y malas palabras (Estudios sobre el habla de Venezuela); omisión notable por ser término de uso corriente y el más generalizado para nombrar al pedo en nuestra parla coloquial desde tiempos pasados. El Maestro se refiere a él apenas tangencialmente, en el artículo Tratado general de la rasca (Ob. Cit., II. Ed. Monte Ávila, 1989. P. 13) y sólo en su acepción de borrachera: “Está peado” o “Está peísimo”, destacando que son “expresiones muy groseras”. Usado en femenino significa lo mismo, como en “tener una pea” y “dormir la pea”; así se dice en una canción popular jocosa del Oriente venezolano: “¡Ah!, cuerpo cobarde, / cómo se menea. / Yo cargo una pea / que Dios me la guarde”. Figura en Diccionario del habla actual de Venezuela (Rocío Núñez y F.J. Pérez. UCAB, l994):
“Peo m 1 coloq Discusión o pelea. / 2 coloq Reprensión. // armar un… coloq Regañar o reprender a una persona con dureza”; y en el mismo sentido en que lo reporta Rosenblat. Se apreciará que entre venezolanos, peo es un término polisémico, que lo mismo quiere decir lo dicho, como riña, escándalo, problema y otras asociaciones análogas; de hecho, es una palabra “comodín” usada en expresiones como “yo no quiero peos” (no quiero problemas) y “estoy metido en un peo”; “le formó –o armó– un soberbio peo” (le hizo un escándalo, le dijo unas cuantas verdades, etc.), “deja el peo” (deja de fastidiar, de enredar las cosas, etc.), entre otras; de aquí que, en nuestro ambiente, al calificar a alguien de “peorro”, de usar el término en la acepción admitida por la Academia de la Lengua para pedorrero, queremos dar a entender que es un individuo capaz de originar una “muchedumbre de ventosidades expelidas del vientre” (Ob. cit.), o “que frecuentemente y sin reparo expele ventosidades del vientre” (Casares); o que es un formador de peos, esto es, que se trata de un sujeto en alguna medida conflictivo; aunque lo más probable es que a primera oída lo entendamos en este último sentido vernáculo.
Reseñamos las denotaciones populares del término “peo” en sus acepciones de conflicto y borrachera como simples puntos de referencia y a propósito de señalar que no nos interesan en absoluto; en efecto, esta Apología está exclusivamente consagrada al pedo o peo en cuanto fenómeno biofisiológico. Admítase esta obra como un modesto aunque sincero reconocimiento rendido al mismo, así como a los petogénos, petófilos, rinofleristas del flato, eproctofílicos, proctólogos, petómanos y petólogos del mundo.
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