Signos Comunes
La Convención de la ONU coincidió con el jurista judeo-polaco Rafael
Lemkin al calificar como "genocidio" (vocablo creado por Lemkin) al holocausto de los judíos por el nazismo. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Genocidio dio el marco jurídico
internacional para que los crímenes contra los grupos vulnerables
tuviesen castigo. Nadie podrá considerar que la sanción a un estado genocida implica intervenir en sus asuntos internos.
Antes del advenimiento del nazismo, Lemkin había expresado su preocupación por la victimización de los armenios carentes del derecho a recurrir a la justicia (incluidas las reparaciones) y advertía que sin una norma legal de aplicación internacional, el genocida turco Talaat, de no haber sido asesinado por un resistente armenio, hubiese podido eludir el castigo de sus crímenes apelando al respeto de la soberanía turca.
El genocidio armenio y el holocausto judío están interconectados. La tragedia armenia presagió a la tragedia judía, fue el precedente y precursor del Holocausto. "El genocidio armenio fue un ensayo final para el Holocausto"
(Leo Kuper e Israel W.Chasny)
"Nada envalentona tanto a un criminal como el hecho de saber que puede cometer un delito impunemente. Este fue el mensaje que seles “regaló” a los nazis por no haberse llevado a juicio la causa de lamasacre de los armenios"
(David Matas, canadiense, experto en derecho internacional)
Un escritor alemán simpatizante de los Jóvenes Turcos (Ernst Jackh)
escribió: "La dinastía otomana comenzó en una época en que las
hordas de Genghis Khan -el mongol pro asiático- barrieron hacia el
oeste y llevaron la esvástica hasta el Asia menor. Terminó cuando el
Genghis Khan moderno, el Hitler paneuropeo, ideó el plan para
conducir sus ejércitos portadores de la esvástica hacia los confines
de la Tierra."
El plenipotenciario alemán en la Dinamarca ocupada, expresó que "Laexperiencia de la historia ha probado que el exterminio o la expulsiónde un pueblo extranjero no se contradice con los principios
fundamentales de la existencia humana, siempre que los exterminios y las expulsiones sean completas."
Son los mismos argumentos y las mismas acciones emprendidas por
los Jóvenes Turcos del Comité de Unión y Progreso (CUP), el fascismo turco, al decidirse a asesinar hasta el último armenio o deportarlos del territorio turco, en lo que fue la feroz caravana de la muerte camino a los desiertos de Siria. El antisemitismo y las persecuciones y segregaciones contra los judíos se fundamentaronhistóricamente en la falsa acusación de deicidas de Cristo. Las persecuciones musulmanas contra los armenios se excusaron por sucristianismo, pese a que los armenios exiliados en países islámicos no fueron molestados.
Hitler sostenía que la destrucción de determinado grupo o nación, sin importar lo criminal de dicho acto, tiene altas posibilidades de ser aceptada de una u otra manera, siempre que se vea coronada por
cierto grado de éxito, ya que "el mundo sólo cree en el éxito" (Documents on British Foreing Policy)
Ya en 1924 Hitler había declarado que "la solución a la cuestión judía
requería una contienda sangrienta. Si así no fuese el pueblo alemán
terminará exactamente igual que los armenios"
Henry Picker, Las discusiones de Hitler en la mesa
redonda de su cuartel general)
Salvo raras excepciones, las naciones no asumieron una dura actitud crítica durante el exterminio armenio. Los EE.UU. tardaron 37 años en ratificar la Convención contra el Genocidio del año 1948.
Max Edwin Von Scheubner-Richter (que fuera cónsul alemán en
Erzurum) escribió en un informe a la cancillería alemana que "los
armenios de Turquía, a todo fin práctico, han sido exterminados. El
mismo Scheubner (de quien Hitler dijo “que todo el mundo es
reemplazable excepto una persona: Scheubner") en su informe
describió a los armenios como los judíos del Este. Para el nazi eran la
misma cosa.
Hay una interconexión dual entre los casos armenio y judío. Existe
una convergencia de objetivos (la brutalidad para el éxito del plan
genocida). El nacionalismo turco expansionista reivindica las proezas sanguinarias de Genghis Khan.
Hitler hace lo mismo cuando afirma que nadie se detendrá en sus crueldades porque sólo cuenta su historia de gran fundador de naciones.
Hitler no tuvo una corazonada al restar importancia al exterminio
armenio. Poseía la información por el nazi Franz Von Papen asignado
al IV Ejército Otomano como jefe del estado Mayor. Años más tarde
tuvo presente el extermino armenio para desencadenar el Holocausto contra los pueblos inferiores (judíos, gitanos y eslavos).
Fue un precedente necesario.
Antes de la Primera Guerra Mundial, Talaat, Ministro de Interior
otomano, dirigió la destrucción de los armenios. Hitler decía que
olvidada la crueldad, el mundo sólo cree en el éxito. Talaat sostenía
que "mientras una nación haga lo mejor por sus propios intereses, y
tenga éxito, el mundo la admira y la considera ética"
La vulnerabilidad por su carácter de minorías hizo posible la
persecución de armenios y judíos a lo largo de la historia. Por encima
de las diferencias culturales, políticas o de localización geográfica de judíos y armenios, los judíos fueron perseguidos por deicidas y los armenios supuestamente por cristianos. Los armenios eran una población autóctona, en tanto los judíos eran
inmigrantes en los países donde se radicaban. Esa diferencia es cierta
a medias, porque el "asimilacionismo" de los judíos alemanes les hacía creer que eran una población autóctona.
El éxito económico de sectores armenios del Imperio generó la
envidia y el resentimiento de los líderes otomanos y abrió paso a una de las tantas excusas para el exterminio. Los judíos fueron acusados de financiar a los adversarios de Alemania en la Primera Guerra Mundial y ese fue uno de los motivos exhibidos para su persecución ulterior.
Los genocidas en tiempos de guerra, acusaban a los judíos de
internacionalistas (durante el comunismo o en el liberalismo
intelectual). Los armenios eran atacados por su nacionalismo.
Ambos, armenios y judíos, eran acusados de poner en riesgo la integridad nacional y racial de los victimarios.
La homogeneidad étnica-racial fue un objetivo de los nazis y de los
Jóvenes Turcos. El expansionismo turco basaba su proyecto en el
panturanismo mediante la unión de naciones turcas hasta los límites
del Asia Central. Alemania aspiraba a fundamentar el Nuevo Orden
europeo con la idea de una dominación ario-nórdica.
Disciplina rígida, fervor misionario, obediencia a las directivas del
Partido, acumulación de poder en los líderes, fortalecimiento del
aparato militar, purgas en la Wehrmacht y las reorganizaciones
posteriores a 1913 del ejercito otomano, creación de un cuerpo
inquisitorial secreto para perseguir y torturar a los opositores, fueron
todas pautas comunes tanto para el Comité de Unión y Progreso (CUP),
el partido de los Jóvenes Turcos, como para las SS del Partido
Nacional Socialista.
Los nazis acusaban a los judíos de ser actores de la plutocracia
internacional del dinero. Los turcos acusaban a los armenios de ser la
quinta columna de los rusos.
El factor vulnerabilidad en los genocidios armenio y judío
"Cualquier forma de genocidio es, ante todo, un ejercicio de poder
que involucra específicamente la aplicación de la fuerza. Por lo tanto,
presupone una considerable disparidad en las relaciones de poder entre un potencial perpetrador y un potencial grupo de victimas. Para evaluar las dimensiones estructurales del problema, en consecuencia,
es preciso dirigir la investigación hacia el área de los sistemas
sociales.
Entre todas las características que ponen de relieve los aspectos
comunes de ambos casos, (Dadrián se refiere al genocidio de judíos y
armenios) la fundamental y más reiterada es un tipo especial de
vulnerabilidad. Sin embargo, las circunstancias en torno de este
factor en común son tan diversas como los sistemas sociales en los
cuales las relaciones desiguales de poder surgieron y se cristalizaron.
Los aspectos comunes se refieren a los atributos más o menos fijos
relacionados con la condición minoritaria de ambos grupos; la
divergencia de los sistemas sociales apunta, por otra parte, al problema de los grupos dominantes diferentes que emergen de dichos sistemas. En otras palabras, el acto victimario del genocidio es
considerado fundamentalmente como una función de las relaciones
entre el grupo dominante y el minoritario.”
Blancos históricos
Armenios y judíos han sido blancos de persecución a lo largo de la
historia, sobre todo debido a sus vulnerabilidades que son resultado
de su condición de minorías. A pesar de algunas diferencias
importantes en cuanto a geografía, cultura y política que separan a
los judíos de los armenios, además de sus respectivos victimarios, los
patrones por los cuales se convirtieron en víctimas son más o menos constantes. Se pueden señalar algunos de los puntos sobresalientes de este síndrome de divergencia-convergencia. En término de actitudes populares, los judíos se ganaron la enemistad por haberse disociado de Cristo, y los armenios por haberse asociado con él. En lo que se refiere a ambos genocidios -culminación de los ciclos históricos de las presesiones antes señaladas- sus autores, es decir, el estrato de líderes participantes, no sólo era religiosos sino que en la mayoría de los casos eran adversos, cuando no hostiles a la religión, pero sacaban provecho de los prejuicios religiosos residuales de las masas respectivas. Este fue un hecho más pronunciado en el caso armenio respecto de las ramificaciones de la Guerra Santa que se proclamó tras la entrada de Turquía en la guerra.
Autóctonos e inmigrantes
Además, los armenios eran una población autóctona y los judíos eran inmigrantes en varios países anfitriones. Sin embargo, una gran
cantidad de judíos, sobre todo en Alemania, habían llegado a ser
"asimilacionistas" que favorecían la integración máxima y consideraban a Alemania como su "madre patria" y a ellos mismos como esencialmente alemanes. De manera similar, la gran mayoría
de los armenios otomanos se consideraba parte constitutiva del
sistema estatal otomano y súbdito de los sultanes de turno. Pero su
religión era un anatema para los musulmanes que ejercían el poder.
La introducción de la Constitución Nacional Armenia en 1861-1863,
sancionada por el Sultán, sirvió como herramienta para impedir la
asimilación mediante la práctica institucionalizada de la distancia
social. Los supuestos "privilegios" de la organización de la comunidad
y la administración interna eran instrumentos de segregación,
compuestos por las prácticas coligadas de prejuicio y discriminación, y la anulación de los derechos cívicos y políticos. La situación de impotencia a que los armenios quedaron reducidos hizo que su relativo predominio económico, obtenido muchas veces por cesación de pagos, pasara a convertirse en una carga negativa palpable, que despertó la envidia y el resentimiento de los jefes supremos otomanos, lo que a su vez hizo aumentar más la vulnerabilidad generalizada de los armenios.
Inversamente, los judíos perdieron su condición de ciudadanos
después que Roma abrazara el cristianismo como religión estatal en el siglo IV. El gueto como institución impuesta a los judíos se relaciona con la formulación de la ley canónica (el gueto de Roma fue
mantenido por el Estado Papal hasta 1870); durante más de diez
siglos la voluntad de la iglesia fue equivalente a la voluntad del Estado. Estos subproductos de distintos sistemas sociales, que reflejan la oscilación de las prácticas teocráticas, vuelven a señalar la
relevancia del síndrome divergencia-convergencia. La teocracia otomana se predicó sobre la Seriat, la ley sagrada islámica, que como otros sistemas de teología normativa contiene su cuota de ambigüedades y contradicciones.
Pero su doctrina central se amolda a una perspectiva en la cual el
mundo se divide en dos condiciones antitéticas, "paz" y "guerra", lo que acentúa el permanente estado de tensión entre "creyentes" y "no creyentes" -la inevitabilidad de hacer la guerra- ante lo cual se impone la necesidad de organizar el universo alrededor de las categorías de "victorioso" y "conquistado". El Corán, la pieza central de la Ley Sagrada islámica, contiene más de doscientos mandatos que convocan a los fieles a realizar incursiones sanguinarias,
incluyendo la Guerra Santa. A los conquistadores, es decir a los zimmis, se los puede dejar tranquilos y concederles clemencia e incluso protección, siempre que estén dispuestos a pagarle tributo
"aunque estén humillados" (Sura IX, versículo 29) Este ha sido el mandato teocrático de subyugación y tolerancia condicional dentro del marco de un Pacto Legal Islámico.
Como puede verse, no hay nada antiarmenio en este arreglo; antes bien, es la expresión de un principio dogmático general que comprende a todos los no musulmanes.
Sin embargo no fue esto lo que ocurrió con los judíos en la
antiguedad, en los comienzos del cristianismo ni en la Europa
medieval y moderna. El antisemitismo por definición fue específica y exclusivamente antijudío. Tampoco hay nada en la teología cristiana como tal que exhorte a los cristianos a desatar la guerra contra los judíos, ni subyugarlos por su carácter de infieles. Puede resultar tentador sugerir que uno de los motivos de esta ausencia de antisemitismo en los Evangelios se debe a la secuencia de acontecimientos: las enseñanzas y sermones de Cristo fueron anteriores, y no posteriores, a la crucifixión. Tal sugerencia, sin
embargo, dejaría traslucir una gran cuota de ignorancia sobre el
cristianismo, ya que su sentido se contradice con los dogmas más
duraderos de la fe cristiana. Los infortunios de los judíos no emanan
de las enseñanzas de Cristo sino de una sucesión de teólogos empeñados en crear dominios y hegemonías eclesiásticas. El
tratamiento diferencial que ellos hacían, que de a poco se transforma
en persecución, coincide con los esfuerzos realizados en Europa para
organizar el cristianismo mediante la formación de un conjunto de
iglesias reunidas en torno del movimiento de la Reforma, y de una
institución que representara a todas las iglesias nacionales. La
incidencia de las diatribas y las provocaciones dirigidas contra los
judíos por los padres de la Iglesia desde los comienzos del cristianismo es digna de destacar.
Desde San Juan Crisóstomo y San
Agustín en los siglos IV y V hasta Santo Tomás de Aquino en el siglo
XIII, hasta llegar a Martin Lutero en el siglo XVI, los pronunciamientos contra los judíos fueron una especie de llamado a la persecución. Haciéndose eco de los sentimientos de San Agustín, Santo Tomás de Aquino declaró: "será lícito (...) someter a los judíos
(...) a servidumbre perpetua", y para Lutero los judíos eran una
"plaga, pestilencia y pura desventura (...) (que) nos hace trabajar hasta agotarnos (...) mientras ellos viven placidamente y bien gracias a nuestras fortunas."
(continuará)
Genocidio Armenio - Súlim Granovsky
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