miércoles, 30 de agosto de 2017

Albóndiga


A pesar de ser un plato con larga tradición en nuestros fogones, las albóndigas, 'bolas de carne o pescado picados menudamente', hunden sus raíces en la cocina árabe, en la que perviven diversas preparaciones muy semejantes. Lo mismo ocurre con la palabra, que se introdujo en español a principios del siglo XV y deriva del árabe clásico bunduqah ('bola'), a través del árabe andalusí albúnduqa.

Sin embargo, hay que remontarse mucho más atrás para encontrar su verdadero origen, concretamente al griego [káryon] pontikón, '[nuez] póntica'. En Grecia, se denominaba así a la avellana, que debía crecer abundantemente en Asia Menor, en torno al mar Negro (el Ponto Euxino griego). La semejanza de su forma no pasa desapercibida, pero llama la atención la diferencia de tamaño. ¿Acaso por entonces las albóndigas tenían un diámetro apenas superior al de una avellana? Es posible, porque los tiempos han cambiado mucho y la disponibilidad de los alimentos —y en particular de la carne— también.

La voz albóndiga es muy anterior a los primeros diccionarios académicos y estaba plenamente asentada cuando se publicó el primero, en 1726. En él se define así: «Guisado compuesto de carne picada, huevos, y especias con que se sazona, mezclándose todo en forma redonda, como un bodoque o nuez».

martes, 29 de agosto de 2017

La muerte habla


Érase una vez un mercader de Bagdad que envió a su criado al mercado para comprar provisiones, y el criado regresó al poco rato, pálido y tembloroso, y dijo: Amo, cuando estaba en el mercado, una mujer me empujó en medio de la multitud, y cuando me volví, vi que era la muerte quien me había empujado. Me miró e hizo un gesto amenazador. Prestadme vuestro caballo, huiré de esta ciudad y burlaré a mi destino. Iré a Samarra, y allí la muerte no me encontrará. El mercader le prestó el caballo, el criado lo montó, hundió las espuelas en sus flancos y el caballo partió a galope tendido. Después, el mercader fue al mercado, me vio entre la multitud, se acercó a mí y dijo: ¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi criado cuando te vio esta mañana? No fue un gesto amenazador, dije, solo de sorpresa. Me sorprendió verle en Bagdad, porque tenía una cita con él esta noche en Samarra.


"En pocas palabras"
Jeffrey Archer

lunes, 28 de agosto de 2017

La Caca y La Vida


Durante nuestra existencia nos pasamos entre uno y tres años de la vida en el váter.

Sumando todas las veces que el ser humano va al lavabo durante su periplo vital, nos sale una media de 9.000 horas. Examinado con más profundidad y con zoom cronológico, esto conlleva unas 2.500 veces por año, o lo que viene a ser lo mismo, entre seis y ocho veces al día.

Estudios sociológicos suecos confirman que los europeos que leen en el lavabo se pasan allí el doble de tiempo (con el doble de fístulas, claro).‎


Expulsiones anuales y anales


De media, cada persona expulsa unos 181 kilos de heces al año. Aunque los sujetos aficionados a la fibra defecan con más regularidad y pueden llegar a excretar… ¡300 kilos al año!

La escatologia 


El estudio de los excrementos y los fluidos que salen de nuestro cuerpo para observar la dieta y la salud o la enfermedad es parte de la fisiología y se llama escatología. Pero la escatología también tiene otro significado.

Cualquiera que consulte el diccionario con regularidad, que es algo que la gente debería hacer con frecuencia para no sufrir la estulticia general que nos rodea, sabrá que se trata del conjunto de creencias y doctrinas religiosas referentes a la vida de ultratumba.

Si las dos materias comparten nombre y confusiones, también plantean dudas muy interesantes para nuestros estudios: ¿hay caca después de la muerte? Filósofos y teólogos han debatido sobre el sexo de los ángeles, pero para la vida eterna también hay que preguntarse: ¿hay lavabos en el Cielo y el Infierno? Y si fuera así, ¿en el Cielo hay papel o nos podremos limpiar con una nube?‎

"El gran tratado de la caca"
Martín Piñol

domingo, 27 de agosto de 2017

El bisturí anestésico


El Congreso de Cirugía Postmodernista inició con un discurso del Presidente de las Federaciones Latinoamericanas de Medicina, en el Salón para Conferencias del Hotel Paracotos [Caracas].


Después de varias demostraciones de novedades en el Campo de la Medicina e intervenciones quirúgicas [no simuladas ni proyectadas en video, absolutamente «en vivo»], realizadas por representantes de distintos países, el Doctor Tales de Venezuela tuvo la oportunidad de presentar lo que calificó como Bisturí Anestésico [tenía un cilíndrico mango, similar al de una inyectadora].


Ya tenía un voluntario para someterlo a la extirpación del único de sus testículos afectados, diagnosticado con Atrofia Celular Severa Multipólipos.‎

Las cámaras de televisión enfocaron el instante cuando Tales mostraba el revolucionario instrumento:

—El paciente no requiere anestesia vía intravenosa, total o parcial —expresó el sorprendente cirujano—. Mi Bisturí Anestésico corta, insensibiliza y esteriliza, simultáneamente, la zona dañada.

Ejecutó la incisión, que fue difundida mediante enormes pantallas para el monitoreo de las operaciones. Cuando el paciente quiso desahogar su fortísimo dolor con un alarido, el médico le tapó la boca y aproximó su rostro al suyo. En tono amenazador, le murmuró al oído:

—Si gritas te corto también el otro testículo, imbécil.‎

"Absurdos"
Jiménez Ure Alberto

Muerte de mi madre

Me he enterado por un telegrama que ha llegado esta noche. Había cumplido su tiempo. Desde hacía unos meses daba señales inquietantes de extrema vejez. Sin embargo, esta misma mañana he recibido una postal suya del 8 de octubre, que no revelaba ningún debilitamiento mental. Decía en ella que era presa de una melancolía, que, según dice —añadía— es la de la vejez. Esta noche, estaba en mi casa J.M.; festejábamos su cumpleaños. Alguien ha llamado; no he abierto. Unos minutos después, he ido a ver si habían dejado una nota o algo. Nada. Una hora después, al ir a buscar un libro, he visto un telegrama metido por debajo de la puerta. Antes de abrirlo, ya sabía yo el contenido. He vuelto sin decir palabra de lo que había ocurrido. Sin embargo, hacia las 11 J.M. me ha dicho que se iba, que yo debía de estar cansado, que estaba pálido. Y eso que he ocultado lo mejor posible mi pena y creo haber estado muy alegre todo el rato. Pero debía de haber dentro de mí una labor secreta que se me transparentaba en la cara.


Todo lo bueno o malo que tengo, todo lo que soy, se lo debo a mi madre. Heredé sus males, su melancolía, sus contradicciones, todo. Físicamente, me parezco a ella punto por punto. Todo lo que ella era se agravó y exasperó en mí. Soy su éxito y su fracaso.