martes, 16 de noviembre de 2010

Guy de Maupassant

William Saroyán

Recuerdo la tarde que, deambulando por el Instituto de Fresno, donde, en 1919 ó 1920 -tenía yo once o doce años- aprendía mecanografía, y desesperado como sólo puede estarlo un hombre a esa edad, furioso con alguien o con algo, aburrido y sólo en espíritu, entré en la biblioteca, a ver si encontraba allí alguna cosa que me dijera algo.
Encontré un libro titulado La campana y me senté y empecé a leerlo sin sospechar el efecto que iba a producirme.
Guy de Maupassant, tu libro me dijo que escribiera, y eso es todo lo que yo necesitaba saber.
Hace seis o siete años, Artiné Artinián, publicista y traductora, especializada en tu obra, escribió a muchos escritores de todo el mundo para invitarles a decir lo que tus libros significaban para ellos. La mayoría fueron sinceros o, por lo menos, casi sinceros; pero a otros muchos les dio reparo confesar que tu obra les había conmovido o siquiera que les había gustado.
Bueno, que se vayan a paseo. Yo te soy fiel.
Tu obra es tu obra. Nadie más ha sabido escribir de esa manera tan viva, y todo escritor que haya leído tus libros ha sacado provecho de ellos.
Te doy las gracias otra vez, como todos los años.

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