jueves, 7 de noviembre de 2013

Apología a la flatulencia VII

Rubén Monasterios

La Historia recuerda algunos de los más famosos peadores: el francés Joseph Pujol, apropiadamente llamado Le Pétomane, introductor de este arte en los escenarios nocturnos y durante muchos años principal atracción del café-concierto El Elefante, adyacente al inmortal Moulin Rouge, y la graciosa “Dama Petómana”  Deomenne Clusson. Estos artistas  eran músicos que tocaban instrumentos de viento,  pero en vez de soplarlos con la boca, lo hacían con el culo; a tal efecto se introducían por detrás un tubo de goma que conectaba su ano con la boquilla del instrumento; mediante enérgicas  presiones ventrointestinales impulsaban la columna de aire que salía por el esfínter adecuadamente relajado,  pasaba por el tubo y llegaba al instrumento.
El dispositivo  utilizado por esos artistas es similar a uno desarrollado por el doctor venezolano Otrova Gómas, a partir del antes mencionado debido al  doctor Weimar; Gómas lo describe en su obra El jardín de los inventos (1983). Se trata del flatoconductor ano-nasal, un calzoncillo ajustado, con un tubo de goma que se desprende de esa pieza por el lado del fondillo y termina en una mascareta que se aplica en la nariz el usuario del aparato; originalmente fue un recurso científico, en el marco de un experimento destinado a medir la resistencia  humana a sus propios gases intestinales; el artilugio traspasó los límites académicos y vino a ser conocido por la gente común; se vende en tiendas especializadas y los ociosos lo usan para disfrutar de sus ventosidades; lo cual es una práctica ampliamente generalizada, que las personas llevan a cabo cubriéndose con una sábana; un procedimiento muy poco eficiente, sea dicho al desgaire, por cuanto no impide la difusión del neuma; en cambio, el artefacto citado lo concentra y posibilita gozar del viento intestinal íntegro, hasta la última molécula del efluvio; de aquí su popularidad entre los rinopetófilos.
Los petómanos por lo general tañían flautas,  el oboe y otros de sonido delicado… Pero se dice que Joseph Pujol era capaz de tocar también el trombón, la trompeta y hasta la tuba wagneriana. Podría suponerse que sólo los provistos de intestinos potentes tendrían la capacidad de hacer sonar una de esas tubas, no obstante, se trata menos de fuerza y más de habilidad y de cierto truco; el secreto bien guardado de esos artistas consistía en que se aplicaban un sustancioso enema de tabaco  poco antes de salir a escena. Porque la lavativa de una infusión de tabaco en rama bien concentrada origina una acumulación formidable de gases en los intestinos;  sin ser músicos, muchos recurren a los enemas de tabaco por el sólo placer de ponérselos y de expulsar a continuación nutridas ventosidades. El filósofo Voltaire se cuenta entre los notables en la Historia aficionadas a dichas lavativas; Napoleón Bonaparte fue otro; fueron clistófilos.
Los efectos salutíferos, petógenos y excitantes del enema de tabaco se conocen desde tiempos remotos; todavía hoy lo usan con propósito terapéutico los médicos naturistas, y como recreación los eproctofílicos. Los galenos de antaño observaron que dichas lavativas,  además de aliviar males como dispepsia, gastritis, estreñimiento y otras enfermedades, originaban en la persona estados de euforia; inicialmente lo atribuyeron a las cosquillas y otras inquietantes sensaciones en la fosa rectal debidas a la introducción de la cánula y del líquido, sin embargo, hoy sabemos que tanta alegría, si bien responde en parte a esos efectos placenteros de naturaleza mecánica, en lo primordial se debe a razones bioquímicas: a la acción de agentes químicos del tabaco sobre nuestro sistema nervioso.
Los efectos reseñados nos llevan a forjar un sueño: que en las reuniones sociales, de negocios, políticas  o de cualquier otra índole, en vez de consumir el tabaco fumándolo, la gente se administrara recíprocamente lavativas de tabaco y después descargara ristras de flatos de todos los tonos sonoros y olores.
Así reinaría el buen humor y la cordialidad… ¡Todos nos amaríamos los unos a los otros!
Quizá no pase de ser una utopía; de realizarse, con toda seguridad la humanidad sería diferente.
(continuará)...

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