martes, 5 de noviembre de 2013

Apología de la flatulencia VI

Rubén Monasterios

A la señora encopetada  se le escapa un viento en plena reunión social, al momento en que su mayordomo sirve el té. Dice ella entonces: “James, ¡detenga eso!”, pretendiendo atribuir el desaguisado al mayordomo, y este, impávido, le responde: “Si, mi señora, de inmediato… ¿Podría indicarme hacia dónde lo ha lanzado?”
Está presente el pedo en las religiones modernas; en el contexto del cristianismo, se practicó por siglos el  ritual conocido como risus paschalis; consiste en que durante la misa de Pascua el sacerdote decía y hacía toda clase de indecencias durante el sermón;  cualquier extravagancia resultaba aceptable: remedar personajes notables o animales, contar chistes obscenos, aparentar el acto sexual con un cómplice disfrazado de obispo, simular la masturbación, levantarse los hábitos y mostrar los genitales y el trasero, y tirarse pedos; la explicación más generalizada de esta insólita práctica es que con ella se pretendía alegrar a la feligresía  luego del período de tristeza de la cuaresma. Los protestantes le rinden reverencia al falto, considerándolo un don divino, a partir de que, según sus tradiciones, Martín Lutero, viéndose acosado por el Diablo, lo ahuyentó  con  un pestífero pedo.
La ausencia del flato en las artes plásticas la explica la naturaleza etérea e intangible de este fenómeno, sin embargo, una hipótesis propuesta por el criptopornólogo e historiador del arte Lucian Rizzo, sugiere su presencia, en forma larvada, en algunas obras maestras, entre ellas la más notable  El nacimiento de Venus (1482-1484), de Sandro Botticelli; en este cuadro figuran cuatro personajes, el central es Venus; a la izquierda de ella, una de las ninfas Horas; a su derecha, suspendidos en el aire, el dios Céfiro, y una de sus esposas, Cloris; representa a Céfiro en la acción de soplar con fuerza hacia la espalda de Venus… ¿Por qué precisamente Céfiro, dios del  viento del oeste?, ¿y porque sopla hacia la espalda de la recién nacida diosa?, se pregunta el investigador; según otros exégetas del cuadro, lo hace para impulsar hacia la costa la concha que transporta a Venus por el mar en el que ha nacido. Rizzo hurga más a fondo en el contenido del cuadro; su  hipótesis supone en la presencia de Céfiro  una clave secreta, una metáfora del flato, y que el propósito de su acción es  dispersar un pedo exhalado por la diosa, y a la vez dar a entender que sus ventosidades son apacibles, serenas, purificadoras, tanto como lo es el viento del oeste, personificado por él,  portador de la primavera. Soporta la hipótesis de Rizzo el hecho de que no se trata de cualquiera de los cuatro dioses de los puntos cardinales, sino de  Céfiro, dios del viento del oeste; y el oeste es “el lado opuesto” al del nacimiento del Sol, en otras palabras: “la parte de atrás”; Céfiro es un viento del trasero. En el mismo sentido, es significativo que en La Primavera (1482) también aparezcan Venus y Céfiro; alguna secreta significación debe tener esa insistencia de Botticelli de asociar a esos personajes.
Los pedos de la zarina Catalina la Grande inspiraron  a Tchaikovski su magistral Obertura l8l2; los cañonazos con los que culmina la pieza son un homenaje rendido a ellos. O’ Donnegan, biógrafo de Beethoven, insinúa que los primeros compases de su 5ª Sinfonía fueron inspirados por los pedos que se echó después de un hartazgo de morcilla y rodilla de cochino ahumada trasegadas con cerveza.
Pero es en las artes de la performance  en la que el flato ha dejado la huella más indeleble; su presencia en la escena alcanza el esplendor en los cabarets y café-conciertos de la Bella Época, con los artistas genéricamente llamados petómanos. Hoy en día son una curiosidad histórica, pero lucieron su arte en los espectáculos de variedades europeos de finales del siglo diecinueve; no pasaron de esa época, ¡lástima! En la modernidad solamente existe uno, el Señor Metano, conocido como “Dios del Gas”, es un showman inglés, heredero del célebre farter británico Tom  Hardy.
El Museo de Ciencias de Londres recurre a él para demostrar a los niños el viaje de la comida a través del sistema digestivo.
Él mismo declara que cuando actúa en un lugar cerrado, el olor obliga a los espectadores a taparse la nariz.
(continuará)...

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