A todo lo largo de la Historia los escritores han rendido tributo a la flatulencia; la referencia literaria más temprana se encuentra en una tablilla sumeria (2500 a.C.?) que honra al héroe conquistador de la ciudad de Uruk: “Al gran Lugal, que cuando estalla su viento es como el vapor que se escapa del vino hervido”. En Gargantúa y Pantagruel Rabelais imagina un monstruo que emite flatulencias pestíferas… Shakespeare lo menciona en varias de sus piezas…
en Rey Lear dice “Que venga hacia ti el viento que rompe las entrañas…
¡El viento rabioso!” Francisco de Quevedo le dedicó más de un poema…
La voz del ojo, que llamamos pedo
(ruiseñor de los putos), detenida,
da muerte a la salud más presumida, y el propio Preste Juan le tiene miedo.
Mas pronunciada con el labio acedo
y con pujo sonoro despedida, con pullas y con risas da la vida, y con puf y con asco, siendo quedo.
Cágome en el blasón de los monarcas que se precian, cercados de tudescos, de dar vida y dispensar las Parcas; pues en el tribunal de sus gregüescos, con aflojar y comprimir las arcas,
cualquier culo lo hace con dos cuescos.
El soneto es anticipatorio: en el s. XVII, Quevedo hace en esos versos una reflexión en clave satírica de la relación de “la voz del ojo” con la vida y la muerte; un punto que doscientos y tantos años más tarde, ocuparía espacio en las
elucubraciones de Sigmund Freud; volveremos al asunto más adelante.
¿Y qué decir del pedo y lo erótico, vale decir, del amor por los pedos, o petofilia? En el extenso abanico de las parafilias, figuran aquellas en las que ciertos estímulos olfativos y auditivos activan la sexualidad; las personas sensibles a los primeros son los rinofleristas (del francés renifleur) y hay rinofleristas de las secreciones vaginales, de los perfumes, de los excrementos, de los flatos, del olor de los pies… de cualquier cosa que exhale olor; los que se excitan como efecto de los sonidos, son los acustofílicos; obsérvese que el pedo satisface simultáneamente ambos sentidos, de aquí el alto aprecio rendido a él por los eróticamente acicateados por a esas señales; los peto acustofílicos son aquellos interesados exclusiva o principalmente en su sonido: en la “música del vientre”, como la llamó el psicoanalista Ferenczi. En general, la animación erótica provocada por cualquier cosa relacionada con el recto, se identifica en el lenguaje científico como eproctofilia.
Petofílicos o petófilos de ambos géneros, han existido por montones a todo lo largo de la Historia, y entre ellos contamos con celebridades; Leonor de Aquitania (c. 1122-1204) fue una de ellas; la reina hacía hartarse de alubias a sus amantes en una cena temprana, y en el encuentro amoroso que venía después llegaba al delirio con sus irrefrenables explosiones ventrales pestíferas. Il n´pas le amour sinse pets, decía Leonor, sentenciosa. Hemingway no los despreciaba; una noche, después del noveno martini en La bodeguita del medio de La Habana, se le escuchó decir “¿Qué puede esperar uno al momento de sacarlo, sino un pedo… ¡Bien recibido sea!”
En una de las numerosas cartas destinadas a su esposa, Nora, de publicación póstuma, Joyce le recuerda su regocijo salvaje al “tirarte al suelo sobre tu suave vientre y debajo de mí y cogerte por detrás, como un puerco cabalgando a una cerda, regocijándome con propio hedor y sudor que se alza de tu culo”…
Se ha llegado a estimar al pedo como la más elevada manifestación de intimidad y confianza entre las personas, y es Quevedo, precisamente, el autor de este pensamiento: “Llega a tanto el valor de un pedo que es prueba de amor: pues hasta que dos no han peído en la cama, no tengo por acertado amancebamiento”; entre los petólogos no hay la menor duda respecto al aserto quevediano; motiva discusión entre ellos, en cambio, la calidad del pedo en el contexto erótico; según los ortodoxos, sólo es “prueba de amor” si es tempestuoso; por cierto, atendiendo a la sonoridad de los cuescos, un teórico los clasifica en tres categorías: el “débil”, sea explícito o disimulado; el último es aquel que se suelta lentamente y sin ruido, típico de los ascensores atestados … Otra clase es el staccato, o tipo tambor de repetición, que se ejecuta con placer en la intimidad, y finalmente, el de calidad superior, el pedo “explosivo”, científicamente hablando: de esfínter abierto, que es de temperatura más alta y más fétido.
Petronio de Almibara apunta que de ser débil, “no es más que el suspiro de un culo enamorado”, algo que manifiesta el sentimiento, sin tener poder para hacer eclosionar la pasión; punto de vista con el que concuerda el ignorado vate autor de los siguientes versos:
Sin pretender llegar a la estatura
del maestro Francisco de Quevedo
–noble cantor en soneto del pedo–,
intento yo también igual ventura:
La flatulencia complace al oído
y al olfato, con su noble aroma;
y nos hace reír, cuando es en broma; pero además, servicio da a Cupido.
Estando la pareja en plena acción
refocilándose en acto amoroso,
se expresará con creces la pasión,
y el placer más intenso y sabroso
¡si en ese instante un pedo poderoso pone de manifiesto su emoción!
Al analizar el papel del pedo en el erotismo, otra vez aflora la dualidad del fenómeno fisiológico que nos ocupa.
El flato es paradójico, tiene la rara virtud de significar valores opuestos, según la intención de la persona emisora; reseñamos antes que tanto puede expresar repugnancia como aceptación, y desgratificación como satisfacción; en el ámbito de lo erótico también es bifronte, como Jano, el dios romano de los comienzos y los finales; se vincula con el amor, vero principio de la vida, y con su terminación, la muerte.
Freud advirtió el lazo profundo entre el pedo y la vida (Eros) y su contradicción con la muerte (Tanatos); estableció el padre del Psicoanálisis que el falo representa la generación, ergo, la vida, y que el flato es un símbolo fálico pero en sentido inverso, porque en vez de entrar, sale; de aquí que en el instante de la muerte –Freud dixi– una ventosidad sea señal de esperanza: demuestra que todavía queda aliento.
Y en este punto es imprescindible referirnos a aspectos de la obra freudiana prácticamente desconocidos: su quehacer lírico y su vena humorística, por cuanto, como lo hicieran en sus días los filósofos griegos, escogió la forma poética para consignar el pensamiento expuesto supra, y lo hizo dándole a sus versos un vuelco jocoso, creando lo que prácticamente es un gracioso chascarrillo, mediante dos de los mecanismos de formación del discursos humorístico que estudia en El chiste y su relación con el inconsciente: lo grotesco y el remate insólito de lo narrado; la evidencia es un poema de su autoría, que él calificó de balada eroticotanática a imitación de Heine; se siente en ella la presencia de Francisco de Quevedo como fuente de la inspiración, tanto de la reflexión científica, como de su transfiguración poética; recordemos la admiración rendida por el eminente psiquiatra al llamado en uno de los numerosos libelos destinados a difamarlo “doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres”, cualidades estas, precisamente, en las que Freud veía un genial ejemplo de insurgencia volitiva del ello contra las fuerzas represivas del entorno social introyectadas en el superego. Terminemos esta Apología con esa balada.
Flatos de amor y muerte
Sabed vosotros, damas y caballeros,
que tratándose del deleite de Eros
vale el flato tanto como el abrazo
y como el beso, pues consagra el lazo de intimidad que liga a los queridos sin miedos ni pudores constreñidos.
Sigamos, sin el menor complejo,
este analítico sensato consejo:
Al estar encamados los amantes
al loco amor entregados, delirantes,
suelten, ¡cual veloces torpedos!
los pestíferos y atronadores pedos.
Pero el pedo, compañero de Eros
en sus ternezas, en sus encuentros fieros, en sus deleites, en sus arrebatos: también, a veces, hace burla a Tanatos.
Agonizante el enfermo terminal,
–situación asaz dramática y fatal–,
aportará una pizca de esperanza
si acaso, de su estragada panza
deja escapar un pedo resonante,
de esos, de hediondez sofocante.
Por cuanto ya, en postrera ocasión
no existe la menor represión.
Dirá entonces a medias sonriente
retardando su agonía el yacente:
“¡Todavía me queda un hálito de vida!
¡No ha llegado el fin de la partida!
¿Habéis oído, hijos míos, el peíto
que he dejado salir por el chiquito?” HYPERLINK "http://prodavinci.com/2013/10/07/artes/apologia-de-la-flatulencia-por-ruben-monasterios/" \l "_ftn2" \o "" [2]
***
(Traducción del alemán de R.M.)
HYPERLINK "http://prodavinci.com/2013/10/07/artes/apologia-de-la-flatulencia-por-ruben-monasterios/" \l "_ftnref1" \o "" [1] La Criptopornología tiene como objetivo descubrir contenidos escatológicos ocultos en obras literarias y de arte en general; es una rama de la Pornología, ciencia fundada por el doctor Otto Kleis-Hobba (1880-1963); su principal centro de actividad mundial es la Escuela de Extraños Estudios Literarios, U. de Torr. L. Rizzo es investigador asociado de esa institución.
HYPERLINK "http://prodavinci.com/2013/10/07/artes/apologia-de-la-flatulencia-por-ruben-monasterios/" \l "_ftnref2" \o "" [2] Con el término “chiquito”, equivalente a culito en castellano de habla vulgar, el traductor pretende respetar el espíritu del autor, cuyo propósito evidente es darle un viraje humorístico al poema en la última estrofa, y en particular, en el último verso, por cuanto escribe der Pope,asimismo equivalente a culito en alemán coloquial, en lugar de utilizar vocablos cultos para designar esa parte de la anatomía en su idioma:der Arsch o der Hinter.
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