No vivimos mucho tiempo, y cuando empezamos a saber algo, o a conocer el modo de descubrirlo, ya nos movemos a toda velocidad, como si esquiáramos, por una pronunciada pendiente nevada, adelantando a unos en el descenso, y cruzándonos con otros que ascienden, y realmente hay poco tiempo para conocerse y charlar. Lo más que podemos hacer es gritar alguna cosa al pasar...
viernes, 20 de septiembre de 2019
Bajar al bunker (I)
sábado, 14 de septiembre de 2019
El tío de Europa
El matrimonio entre individuos con ascendencia común ha sido una constante a lo largo de la historia en las monarquías europeas. Los matrimonios endogámicos, por cuestiones de Estado, se utilizaron para sellar alianzas políticas o estrategias económicos que, con el paso del tiempo, derivaron en descendientes con taras físicas y mentales e incluso, como en nuestro país con Carlos II, acabaron con una dinastía.
Al poco tiempo del fallecimiento de Eduardo VII, monarca del Reino Unido y emperador de la India, conocido como el tío de Europa porque estaba emparentado con casi todas las monarquías europeas, estallaba la Primera Guerra Mundial que podríamos llamar la Guerra familiar de Eduardo VII.
Padre de Jorge V, rey de Inglaterra.
Tío de Guillermo II, kaiser de Alemania, y de Nicolás II, zar de Rusia.
Primo de Constantino I, rey de Grecia.
Cuñado de Alberto I, rey de Bélgica; de Manuel II, rey de Portugal y de Fernando I, rey de Bulgaria.
Además de otros que no participaron en la Primera Guerra Mundial, como Alfonso XIII, rey de España, del que era tío.
Javier Sanz.-
jueves, 12 de septiembre de 2019
Eiffel, una torre mal querida
sábado, 7 de septiembre de 2019
Arden Craig
Esto no es una pintura. La foto fue tomada en 1911 por Francis James (FJ) Mortimer FRPS (1874) un pionero de la fotografía pictórica. El mar su tema favorito, capturó el naufragio Arden Craig, un barco de trigo de tres mástiles que se estrelló en rocas de nueve pies de agua después de que el capitán se desorientara en una niebla pesada.
Fotografía link:
misfithistory
Un país a los coñazos
Un país a los coñazos
J. L. Maldonado
-extracto-
En un país en donde los diputados —me disculpan que insista con el término— se caen a coñazos (es que suena sabroso y duele cuando es contigo); se insultan a diestra y siniestra sin importar que te vean por televisión a nivel nacional, qué puede pedírsele al ciudadano común que ve en sus “elegidos” por voto popular semejante ejemplo. Es como el padre que le dice al niño que no pelee en el colegio, pero le cae a palos al pobre carajito por un quítame esas pajas. A esto debo sumarle que ahora estallan algunas refinerías en el oriente y el occidente del país, lo cual no es poca cosa; se inundan las avenidas porque revientan las tuberías de agua o porque la lluvia inclemente hace lo suyo (en esta ciudad mea un zancudo y todo colapsa), entre otros avatares que ya conocemos de sobra y que vienen a redondear la suma de nuestros problemas.
Inquieta que después de tanto petróleo —una suerte de maldición—, el país se caiga a pedazos (que rima además con el término en cuestión). Duele, este caos duele. No hay partidismo que justifique esta debacle. No hay que ser de un bando o del otro para darse cuenta que el camino transitado hasta ahora estaba errado. “Hoy da” indignación vernos en una titánica lucha de unos contra otros; “Hoy da” rabia ver que la corrupción cabalga a rienda suelta y en la asamblea se pelotean el sustantivo como papa caliente; “Hoy da” pánico ver como el periodismo es arrinconado por un contrincante que es tan venezolano como uno. El país está tan golpeado como las dos mujeres del metro y se parece mucho a aquel mítico combate narrado por Miguel Thoddé entre el venezolano Betulio González y el mexicano Miguel Canto (ojo, cultura popular, yo no había nacido): “—¡Pega Betulio! ¡Vuelve a pegar Betulio! ¡Sigue pegando Betulio! ¡De nuevo pega Betulio! (...) Señores, se cayó Betulio”.
viernes, 6 de septiembre de 2019
Clases de putas en la antigua Roma
Cada cierto tiempo se lanzan globos sonda sobre la regularización y legalización de la prostitución pero, al final, queda en agua de borrajas. Los romanos, según dejó escrito Tácito, ya lo tenían regulado bajo la licentia Stupri. Para obtener esta licencia y ejercer la prostitución, estaban obligadas a registrarse (nombre, edad, lugar de nacimiento y nombre de guerra) ante la oficina del edil. Éstas eran las clases:
• Delicatae: Eran las putas de lujo a las que únicamente tenían acceso los más poderosos. Las que ahora se eligen con un catálogo y se les pone un pisito.
• Famosae: Mujeres que sin ninguna necesidad, por su posición social, practicaban sexo por puro placer. El caso más significativo sería el de Valeria Mesalina, esposa del emperador Claudio. Cómo sería de libidinosa esta mujer que, aprovechando la ausencia de su esposo, organizó un concurso en palacio con las meretrices de Roma basado en ver quién se podía acostar con más hombres en un solo día. El «colegio» de prostitutas aceptó el reto y envió a Escila, una auténtica profesional que realizó veinticinco coitos antes de rendirse. Mesalina prosiguió durante la noche y, tras declarar que no se sentía aún satisfecha después de haber yacido con setenta hombres, continuó hasta el amanecer. El recuento final fue doscientos.
• Lupae: Las que ejercían el oficio en los lupanares.
• Noctilucae: Las que sólo trabajaban por la noche.
• Copae: Las que trabajan en la caupona. Era una tienda de bebida rápida y comidas frías ya preparadas —generalmente vino, chacinas, quesos o encurtidos— que podías tomar o llevar. No había bancos ni mesas, sino una barra al exterior en la que los clientes por un as podían templarse con una copa de vino y algo que roer.
• Fornicatrices: Las que se lo hacen bajo los arcos de puentes o edificios. El término fornix significa arco, de donde proviene «fornicar» (tener relaciones con una puta).
• Forariae: Ejercían en los caminos rurales próximos a Roma y sus principales clientes eran los viajeros.
• Bustuariae: Cerca de cementerios… con un poco de misterio.
• Prostibulae: En la calle, sin ningún control.
Javier Sanz
¿CÓMO SE SACÓ LA FOTO MÁS FAMOSA DE WINSTON CHURCHILL?
Confusión
Antes de que hubiera terminado de desenvolver el regalo de cumpleaños, sonó dentro del paquete un timbre, así que adiviné que era un móvil. Lo cogí y oí que mi mujer me felicitaba con una carcajada desde el teléfono del dormitorio. Esa noche, ella quiso que habláramos de la vida: los años que llevábamos juntos y todo eso. Pero se empeñó en que lo hiciéramos por teléfono, de manera que se fue al dormitorio y me llamó desde allí al cuarto de estar, donde permanecía yo con el móvil colocado en la cintura. Cuando acabamos la conversación, fui al dormitorio y la vi sentada en la cama, pensativa. Me dijo que acababa de hablar con su marido por teléfono y que estaba dudando si volver con él. Lo nuestro le producía culpa. Yo soy su único marido, así que interpreté aquello como una provocación sexual e hicimos el amor con la desesperación de dos adúlteros.
Al día siguiente, estaba en la oficina, tomándome el bocadillo de media mañana, cuando sonó el móvil. Era ella, claro. Dijo que prefería confesarme que tenía un amante. Yo le seguí la corriente porque me pareció que aquel juego nos venía bien a los dos, así que le contesté que no se preocupara: habíamos resuelto otras crisis y resolveríamos ésta también. Por la noche, volvimos a hablar por teléfono, como el día anterior, y me contó que dentro de un rato iba a encontrarse con su amante. Aquello me excitó mucho, así que colgué enseguida, fui al dormitorio e hicimos el amor hasta el amanecer.
Toda la semana fue igual. El sábado, por fin, cuando nos encontramos en el dormitorio después de la conversación telefónica habitual, me dijo que me quería pero que tenía que dejarme porque su marido la necesitaba más que yo. Dicho esto, cogió la puerta, se fue, y desde entonces el móvil no ha vuelto a sonar. Estoy confundido.
Cuentos de adúlteros desorientados
Juan José Millás
jueves, 5 de septiembre de 2019
Verónica a las tres
Una tarde, en una terraza del San Ignacio, fui a tomarme unos tragos con Verónica. Ella me recibió con la primera frase de Aurelia: “el sueño es una segunda vida”, luego se abstrajo, qué predecibles pueden llegar a ser las mujeres. Verónica siempre lo hace cuando la sobrepasan los vapores de la intensidad. ¿A cuál sueño te refieres? Riposté. ¿”Al tenebroso subterráneo” o a esa expectativa imposible, lamemorabilia, los paisajes que deseamos habitar cuando estamos plantados en la realidad? No sé. No sé, sonrió e iluminó su mirada. Tómate un trago conmigo y cuéntame ¿Me ayudarías a hacer realidad una fantasía? Pasó la mano por debajo de la mesa y me acarició el muslo, quedé en silencio, disfrutando su mano y una cálida erección que hablaba por mí. Sí, dile que sí, vamos a ver en qué lío me mete, gritaba. Terminé el trago, me paré, solté un billete sobre la mesa, siempre en silencio, sin mirar a Verónica, le di la espalda y me perdí por las galerías del centro comercial.
Anduve caminando un rato, crucé una calle, después otra, pasé frente a un hotelito viejo, e imaginé que allí estarían muriendo, en ese preciso momento, todas las fantasías de los amantes. Bajé al metro y me dejé llevar a los vagones del tren por la gente, el azar es perfecto, terminé muy cerca de mi casa, mediaba la tarde y los almendrones parecían chamuscarse bajo el sol deleznable y sucio del invierno tropical. Comencé a pensar que mi vida se estaba convirtiendo en una cadena incontestable de aburrimientos, había llegado al punto en que no quería arriesgar nada, porque nadie realiza su fantasía, ni siquiera pagando por ella, si no, pregúntenle al diablo, las fantasías se desdibujan y reaparece la realidad.
Me senté en un banco de la plaza, vi mi entrepierna, sentí compasión y le hablé. Siempre será mejor quedarnos con la duda, nunca sabremos en qué hueco nos habríamos metido. ¿Ves? Luego de la erección llega la calma.
Israel Centeno
Foto: Sofía Jaimes Barreto