Una tarde, en una terraza del San Ignacio, fui a tomarme unos tragos con Verónica. Ella me recibió con la primera frase de Aurelia: “el sueño es una segunda vida”, luego se abstrajo, qué predecibles pueden llegar a ser las mujeres. Verónica siempre lo hace cuando la sobrepasan los vapores de la intensidad. ¿A cuál sueño te refieres? Riposté. ¿”Al tenebroso subterráneo” o a esa expectativa imposible, lamemorabilia, los paisajes que deseamos habitar cuando estamos plantados en la realidad? No sé. No sé, sonrió e iluminó su mirada. Tómate un trago conmigo y cuéntame ¿Me ayudarías a hacer realidad una fantasía? Pasó la mano por debajo de la mesa y me acarició el muslo, quedé en silencio, disfrutando su mano y una cálida erección que hablaba por mí. Sí, dile que sí, vamos a ver en qué lío me mete, gritaba. Terminé el trago, me paré, solté un billete sobre la mesa, siempre en silencio, sin mirar a Verónica, le di la espalda y me perdí por las galerías del centro comercial.
Anduve caminando un rato, crucé una calle, después otra, pasé frente a un hotelito viejo, e imaginé que allí estarían muriendo, en ese preciso momento, todas las fantasías de los amantes. Bajé al metro y me dejé llevar a los vagones del tren por la gente, el azar es perfecto, terminé muy cerca de mi casa, mediaba la tarde y los almendrones parecían chamuscarse bajo el sol deleznable y sucio del invierno tropical. Comencé a pensar que mi vida se estaba convirtiendo en una cadena incontestable de aburrimientos, había llegado al punto en que no quería arriesgar nada, porque nadie realiza su fantasía, ni siquiera pagando por ella, si no, pregúntenle al diablo, las fantasías se desdibujan y reaparece la realidad.
Me senté en un banco de la plaza, vi mi entrepierna, sentí compasión y le hablé. Siempre será mejor quedarnos con la duda, nunca sabremos en qué hueco nos habríamos metido. ¿Ves? Luego de la erección llega la calma.
Israel Centeno
Foto: Sofía Jaimes Barreto
No vivimos mucho tiempo, y cuando empezamos a saber algo, o a conocer el modo de descubrirlo, ya nos movemos a toda velocidad, como si esquiáramos, por una pronunciada pendiente nevada, adelantando a unos en el descenso, y cruzándonos con otros que ascienden, y realmente hay poco tiempo para conocerse y charlar. Lo más que podemos hacer es gritar alguna cosa al pasar...
jueves, 5 de septiembre de 2019
Verónica a las tres
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