"...Armenia es su silencio. La misma nostalgia revelándose en millones de ojos. Esa que necesita dos lugares para nacer y solo uno para morir. Armenia sería un monte si ser armenio hoy no consistiese en añorar el Ararat, en contemplarlo al otro lado de una frontera o no haberlo visto nunca. Lo propio y lo ajeno queda aquí reflejado en dos cumbres, Masis y Sis, que se clavan en el cielo.
El Ararat es tímido por la mañana. Se despereza con la paciencia de sus hijos en una tierra en la que el tiempo pasa despacio, que siempre quiso arrugar el mapa y acercarse a Occidente, aunque nunca se dejó contagiar por su prisa..."
El Ararat es tímido por la mañana. Se despereza con la paciencia de sus hijos en una tierra en la que el tiempo pasa despacio, que siempre quiso arrugar el mapa y acercarse a Occidente, aunque nunca se dejó contagiar por su prisa..."
"...Desayunar ante el monte en el que, según la Biblia, habría quedado varada el arca de Noé, no es algo trivial. A menudo, el monte se muestra etéreo y no deja alternativa a la espera tenaz. Así es como las cosas empiezan a merecer la pena. Lo supe la primera vez que intentamos darnos los buenos días en pleno amanecer en el monasterio de Jor Virap, junto a la frontera turca: al Ararat hay que ganárselo..."
"...Desde casi cualquier rincón de Ereván, una mole de cinco mil metros se impone como una presencia protectora y sosegadora. Es un remanso de paz que surge de los edificios, allí donde empiezan las antenas. Pero merece la pena verlo tocar el suelo y, para eso, no hay mejor lugar en Armenia que el Monasterio de Jor Virap. Allí, San Gregorio el Iluminador pasó trece años confinado en una mazmorra por extender el cristianismo en el lugar que se convirtió en el primer país cristiano de la historia, dando así nombre al monasterio: Pozo Profundo. Fue Terdat III, el mismo rey que le encarceló, quien aceptó el cristianismo como religión oficial en el año 301 y convirtió a San Gregorio en el fundador y primer Katolicós de la Iglesia apostólica armenia..."
"...La enemistad entre los padres de Gregorio y Terdat III llevó al rey a condenar a muerte al santo hasta doce veces. Dicen que de todas aquellas condenas se salvó gracias a la mediación de una mujer que, a diario, acudía a su mazmorra a llevarle un pedazo de pan. Tristeza y locura llevaron al rey a aislarse en el bosque y, al borde de la licantropía, Gregorio le habría devuelto a la cordura, tal y como la hermana del rey habría visto en sueños. Aquel milagro le salvó la vida y le devolvió la libertad..."
HERIDAS DEL VIENTO
CRÓNICAS ARMENIAS CON MANCHAS DE JUGO DE GRANADA
Virginia Mendoza
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