MIGUEL E. WEIL DI MIELE
El pasado sábado, la defensora del Pueblo divagó sobre lo que es tortura y lo que son tratos crueles, inhumanos y degradantes, que sí bien son conceptos separados, como gran leguleya, metió su propia tergiversación de los conceptos, desatando la chácharachera.
El artículo 1.1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, define a la tortura como: "A los efectos de la presente convención, se entenderá por el término ‘tortura' todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia".
La señora defensora -en su mal uso del castellano- dice que las torturas tienen "un sentido", y que no son como los tratos crueles, inhumanos y degradantes. Se entiende del contexto que lo que pretendía decir, es que la tortura, para considerarse tortura, ha de perseguir un fin, que ella limita a "la obtención de una confesión". Luego distingue la tortura del trato cruel, inhumano y degradante, explicando -muy mal- la diferencia entre una cosa y otra. La gravedad de su escueta definición está en que permitiría eximir de la calificación de tortura a tantísimos hechos horrendos que han ocurrido. La doña, en su exploración intelectual de preescolar estilo Dora la exploradora, nos ha servido en bandeja de plata argumentos jurídico-políticos poderosísimos para demostrar al mundo la realidad oscurantista, retrógrada y dictatorial de un gobierno que ha destruido todo lo que como Estado moderno se entiende hoy.
Sin embargo, por una frase sacada de contexto que corrió como la pólvora por las redes sociales, muchos creyeron que la señora había defendido la tortura como medio para obtener confesiones. En realidad, lo que dijo, fue mucho peor, pues estaría negando que la tortura ha ocurrido, cuando su definición es la de "solo es tortura si se busca una confesión". Como no puede creerse que esta señora sea tan incompetente como para manejar así los preceptos, tenemos que asumir que su intención no era sino la de aplicar ese esquema manipulativo del discurso, utilizado por el gobierno para todos los conceptos que legitiman su quehacer frente a lo internacional. "Hay democracia porque hay elecciones", "hay libertad de expresión porque algunos dicen algunas cosas en algunos medios", "condenamos la tortura, pero la tortura es solo tortura cuando se utiliza para sacar confesiones", etcétera. La media verdad, la perpetuación de nociones de preescolar, de conceptos sin núcleo, de negación de las ideas, con la finalidad única de llevar propaganda alrededor del mundo de una revolución democrática que no es ni una cosa ni la otra, que les permitan llenarse la boca de "valores modernos" mientras estudiantes son torturados y sus familiares extorsionados mientras ellos fraguan perpetuación en el poder. Es por ello que cuando los que hacemos oposición perdemos el tiempo con frases sacadas de contexto, no hacemos sino favorecer a aquellos que día a día nos dan argumentos, reales y contundentes, para demostrar por todos los lares lo que en Venezuela es obvio: estamos frente a una dictadura, que niega su propia realidad. No hace falta inventar lo que no dicen, porque lo que dicen es mucho peor, y entre tantas otras pruebas, tenemos por ejemplo a la kindergarden defensora: Dora, la torturadora.
m.eluniversal.com/opinion/140312/dora-la-torturadora
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