Un Iván que cuenta 9 años preso sin justicia.
Un Leopoldo que lleva un mes encarcelado.
Un mes que crece todos los días.
Una colmena de estudiantes detenidos por una noche,
por dos semanas, por treinta mediodías.
Quinientos apellidos atascados en un calabozo.
La suma de todos: un país malherido.
Les quitaron el aire.
Les sacaron la familia de los bolsillos.
Les voltearon el rostro lejos del sol.
Les pusieron clavos en sus palabras.
Son ahora lo inmóvil.
La noche de perfil.
La cicatriz de nuestra queja.
Sólo los alimenta el insomnio
el pan telúrico de nuestro abrazo.
Los quieren convertidos en olvido.
En más nunca.
Pero la justicia es terca, a pesar de lo maltrecha
Y su escandaloso lunar.
Y va a insistir a través del resto
que son todas las voces.
Las que saben escribir libertad donde otros gritan represión.
Hoy escribo, digo, insisto, reclamo
por los presos de la noche
que son la suma de todos nosotros
que juntan en sus cuencas, en sus temblores
lo frágil y lo cierto.
Amarrados a ese mástil caído que es la democracia.
Nuestros detenidos son la primera urgencia
en la punta de este poema.
La noche, espántala. Y con ella, a sus soldados.
Cada perdigón que nos arrojan
Cada micrófono que apagan
Cada derecho que nos desfalcan
Cada encierro.
Es un grano más de nuestra rebeldía.
La justicia es terca.
Tenemos el compromiso histórico de que así sea
en todos los rincones de esa herida
que es hoy la república.
Ese remolino en prosa de tortura.
Esa zanja de nuestros dolores.
Esa metáfora atónita y sin paz.
Ese orgullo suficiente llamado país.
Leonardo Padrón
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