La nueva historia de Venezuela se escribe sobre los vastos campos de Mene con el dedo de los hombres que trabajaron en la industria petrolera. Había campamentos, establecidos por las compañías explotadoras del hidrocarburo, donde "con frecuencia se reunían, jugaban a los dados y bebian aguardiente más de doscientos hombres", como lo cuenta Miguel Otero Silva, en su novela Oficina No. 1.
En este ambiente, "comenzó a nacer el bahareque y a llegar la gente (...) que aspiraban a estar presentes cuando reventase el primer pozo y comenzara a correr el dinero". Junto a los "adelantados", llegaron las mujeres, la nota que faltaba al jolgorio nocturno de la sabana desierta, calurosa y fétida.
En el relato de Otero Silva, se narra que las primeras prostitutas en llegar fueron dos: María Pollito y María Gallina: "cada una hizo su choza aparte y seguramente se pusieron de acuerdo para cobrar la misma tarifa. Un mes más tarde apareció la Greta Garbo, cuyo verdadero nombre nadie lo sabía, una rubia huesuda y ojerosa que había estado en Caripito y hablaba sus palabritas en inglés (...) La Greta Garbo cobraba el doble que cualquiera de las dos Marías". Las prostitutas ocuparon un lugar preponderante y vital en las compañías que se asentaban sobre el oriente y occidente del pais. Su capacidad para compartirse evitaba problemas en aquellos lugares de hombres curtidos por la pobreza, que dejaron las guerras que azotaron a Venezuela antes de que llegara el dictador Juan Vicente Gómez al poder.
Petróleo y semen se fundieron dentro de la orgía de dinero que corría y se fugaba del país. Comenzó en 1880, cuando Petrolia Táchira trabajó en el campo La Alquitrana, recogiendo el petróleo en baldes, hasta que los equipos de perforación y destilación llegaron de Pensilvania. La industria avanzó lentamente. Petrolia luchó por consolidarse, contrató más obreros, pero las concesiones, por orden del mismísimo "Pacificador" Gómez, favorecían a las grandes empresas extranjeras, como la General Asphalt y Caribbean Petroleum, a través de la Compañía Venezolana de Petróleo, que operaba en la esquina de Llaguno (en plena avenida Baralt, por cierto, ocupada ahora por prostíbulos baratos). Los obreros que se iniciaron en la compañía nacional se trasladaron a otras zonas, como los valles del Zulia.
La fama de la región zuliana alcanzó todos los rincones del país. Gency Poncio, prostituta francesa que cuenta sus memorias en el libro La Madame, refiere que Maracaibo era conocida como la "ciudad del oro negro, por la abundancia de petróleo". Allí alquiló una "casa grande, ubicada cerca del mercado principal y el hotel Veracruz. Contratamos unas cuantas mujeres y empezamos el negocio, una casa de citas (...) Generalmente los clientes venían en las tardes. Oscilaban entre veinte y treinta diarios, que eran atendidos por cinco mujeres que trabajaban conmigo desde la una de la tarde hasta las dos de la mañana, incluyendo los sábados y domingos ". Las fortunas que se dejaron en esos burdeles fue tal que permitió a mujeres de pocos recursos y bajo nivel educativo vivir más que holgadamente. Unas cuantas también borraron su reputación, e incluso su memoria, con los matrimonios que contrajeron con reputados empresarios y gerentes de la industria transnacional. La prostitución fue una de las maneras en que la huella del petróleo se dibujó por todas las capas de la población.
Los Burdeles: lugares que retratan la actitud de cada época
Domenico Chiappe
El Nacional, 03 agosto 1998
Venezuela
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