domingo, 25 de junio de 2017

Nicolas Calígula

En Caligula, the untold story, una película triste y barata que pretende explotar al mismo tiempo la historia y el sexo, hay, sin embargo, para efectos de lo que aquí vamos a tratar, un parlamento que podría parecer verdadero. El diálogo transcurre en las gradas del trono del emperador romano. Calígula moja sus dedos en la sangre todavía fresca de las víctimas que han caído en su presencia.

—Los dioses van a empalidecer ante tanta sangre —le dice Petrelio, su consejero.

—Petrelio, ¿me odias? —le pregunta el emperador.‎
—No, para nada, aunque te parezca extraño. Pero no puedo dejar de ver tu crueldad, tu perversión, tu confusión.

—¿Te aterroriza la vista de la sangre? ¿Nunca mataste cuando estabas en las legiones?

—Los que murieron por mi causa murieron en batalla.

—Demasiada modestia, Petrelio. Te envidio porque nunca sabré qué es la modestia.

—No es verdad que me envidias. Son los dioses, el poder divino, lo que quieres. Pero acuérdate, César: ¡el poder divino está en la creación, no en la destrucción!

—No hay diferencia entre creación y destrucción. Y en cuanto a envidiar a los dioses, si es que crees en ello, te digo que para un hombre que ama el poder la rivalidad con los dioses tiene un sabor de provocación. Sin embargo, yo les comprobé que un hombre puede hacer las mismas cosas si no tiene miedo de existir.

—Eso es una blasfemia.

—No. Es una revelación. La única manera para ser igual a los dioses es rivalizando con su crueldad. Sólo entonces lo imposible se convierte en posible.

Caricatura: Eduardo Sanabria



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