¿Tortura, aquí, en nuestro
país y en esta época? Sí..
“Calma y cordura”. Famosa frase con la que el general Eleazar López Contreras terminara su discurso, ya como presidente encargado, a los pocos días de ocurrida la muerte del dictador Juan Vicente Gómez.
Así estarían las cosas en nuestro país que a López Contreras no le quedó otra opción que hacer un llamado invocando a la serenidad y a la consciencia de todos los sectores por el bien de la nación. Lo mismo que ha “intentado” hacer Maduro en los últimos días. Y subrayo intentado, porque el diccionario en el que Nicolás está leyendo las definiciones de las palabras “paz”, “concordia” y “diálogo” debe ser el mismo diccionario de Antónimos del cual Chávez leía el significado de la palabra amor. Nicolás llama a la paz, en cadena nacional, para ocultar cómo los organismos del Estado agreden y arremeten contra una población harta de tanta indolencia y cinismo. ¿Calma? Sí, podría decirse que Nicolás quiere imponer la calma; pero, para ello, le ha dado luz verde a sus cuerpos represores, a sus policías bolivarianos, a sus milicias, a sus paramilitares para que, sin una pizca de vergüenza o un ligero asomo de ética o moral, repriman, acosen, vejen, maltraten, ¡torturen! Calma y… ¡tortura! Cuando vuelva a pensar en esta frase, aun cuando directamente no sea el autor, se la atribuiré a Nicolás y a cada uno de los brazos armados de su violenta y aciaga dictadura.
¿Dónde cuelgan las almas los esbirros rojos de esta revolución vergonzosa cada vez que torturan a un conciudadano? ¿Con qué cara regresan a sus hogares a besar y abrazar a sus familias, madres, hijos o esposas sabiendo que horas antes, otras madres, otros hijos, otras esposas, recibieron la descarga de su odio sembrado y azuzado por un infeliz que no supo superar sus miserias y rencores? ¿De qué manual infernal leyeron y aprendieron las prácticas cobardes con las que imponen su supuesta superioridad y el restablecimiento del orden? La maldad es ancestral dicen desde los filósofos hasta los teólogos; pero, en Venezuela, en ésta en la que estamos viviendo actualmente, en ésta donde Nicolás se ha encargado de profundizar lo que para otras naciones serían las más temidas amenazas a su prosperidad, los cuerpos de seguridad del Estado se reinventan y versionan para hacer “gala” de su sevicia.
Porque los relatos están allí. Las evidencias, con las que algún día se demostrará que deben ser juzgados, están allí. Historias llenas de víctimas y victimarios. Unos victimarios legitimados, aupados e impunes, a quienes imagino repasando mentalmente cuántos torturados acumularon en el día a modo de trofeos de guerra. O narrando sus “hazañas” entre sus pares para alardear y presumir quién es el más bravo, el más rebuscado, el más violento, o el más “creativo” a la hora de descargar sus rabias contra la población. Una población, repito, ¡harta! de tanta anomia. ¿Tortura, aquí, en nuestro país y en esta época? Sí, la típica manifestación de la violencia engendrada por los regímenes totalitarios y represivos.
No es momento de ser indolentes. Es mío el dolor de esos padres que hoy lloran porque enterraron a sus hijos, víctimas de balas o perdigones que jamás debieron ser disparados. Siento la impotencia de esas familias que hoy peregrinan de cárcel en cárcel, intentando rescatar la dignidad y la libertad de sus muchachos, cuyos únicos delitos fueron los gritos y la necesidad de cambio. Padezco con cada uno de los dramas de los torturados, que un día salieron a las calles con un destino y una esperanza, y la ferocidad de un régimen cobarde les transformó los rostros y los cuerpos en cicatrices. O los sueños, en pesadillas. Son ya demasiados los relatos de muchachos –nuestros muchachos- golpeados, ultrajados o sometidos a tratos crueles para obtener confesiones de delitos que no cometieron.
Recientemente, el Foro Penal Venezolano expresó su opinión sobre lo que está ocurriendo e hizo un llamado, a ambos bandos en los que -lamentablemente- se encuentra dividida nuestra nación. Exhortó a los venezolanos, tanto los de oposición como oficialistas, “que aquí no se trata de hablar o discutir sobre los DDHH, se trata de instalar una mesa de diálogo para lograr la paz, parar la represión y juzgar a los responsables de las torturas, tratos crueles, inhumanos, degradantes y detenciones arbitrarias”. Y agregó unas cifras alarmantes: hasta la fecha van 2028 detenciones de manifestantes. 59 víctimas de tortura y trato cruel verificadas por la ONG. Un promedio de 35 detenciones diarias.
Por cierto: ¿dónde está la Defensora del Pueblo? ¿Todavía seguirá enfrascada en aclarar la polémica que desató su declaración sobre la tortura y los tratos crueles? En épocas aciagas, sólo resta la fe. No perdamos la esperanza porque, por primera vez, hay una consciencia mundial de que este es un gobierno violador de los Derechos Humanos.
*José Domingo Blanco, Periodista, Comunicador social, Conductor programa Puntos de Vista en La Nueva Mágica 99.1 FM.
Por: JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO)
mingo.blanco@gmail.com
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@mingo_1
EL UNIVERSAL
Caracas, viernes 4 de abril de 2014
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