Gustavo Tovar-Arroyo
4 Abril, 2015
Advertencia: sólo para adultos
Los intelectualazos venezolanos se horrorizan con mis palabrotas, se retuercen por mi lenguaje beligerante de arrabal.
No los culpo, de hecho, los entiendo, su insoportable levedad de ser los hace levitar, flotar, en medio de tanta inmundicia chavista. No desean ensuciarse, no quieren sudar, luchar en las calles, ellos prefieren drogarse con el estupefaciente del voto (sin condiciones electorales justas), sin movilización que reivindique la victoria, sin nada que implique arrostrar de frente a la tiranía.
No son complacientes, tampoco colaboracionistas, son intelectualazos, es decir, histéricas doñas de pizarrón y academia. Viven de espejismos y de tiza. Por eso cuando escuchan una mentada de madre, un insulto, una arrechera salpicar de una garganta, colocan un pañuelito en su nariz y se cubren avergonzados, más bien, horrorizados.
Esta entrega está subida de tono, como lo está el país. No es apta para intelectualazos ni doñas académicas, está inflamada de venezolanidad, es decir de carne y hueso.
Está escrita sólo para adultos, está escrita para ti.
Edgar Ramírez, un gocho genial
Edgar Ramírez podría ser uno de los mejores actores venezolanos de todos los tiempos, si no el mejor. He seguido su carrera con interés fraternal y cultural. Fraternal, porque el aprecio y admiración que le profeso me hermanan a él. Cultural, porque cada acierto de Edgar me conmueve, nos conmueve a todos los venezolanos como parte de una misma cultura. En ese orden de ideas hay que reconocer y agradecer lo bien que nos ha hecho quedar ante el mundo ese gocho genial.
Escribo “gocho genial” y me detengo para abrir un paréntesis.
(Los gochos, siempre los gochos, tan admirables y dignos como Daniel Ceballos y todo el pueblo tachirense que ni se doblega ni se vence. ¡Viva el Táchira! Un sonoro aplauso a su enaltecido y corajudo espíritu. Venezuela es y siempre será mejor por ellos.)
Sigo.
La filología de un venezolanista cabal
Pocos saben que Edgar además de ser un extraordinario actor y un humanista instruido y muy culto, es un venezolanista cabal. Su sensibilidad artística y su cultura a un tiempo abundante y diversa, están marcadas por un inusual y orgulloso amor por Venezuela.
Lo corroboré cuando encarnó al bandido “Coco” en la película Domino (2005) dirigida por el reconocido Tony Scott (director de Top Gun, entre otras), hoy lamentablemente fallecido.
Pese al estelar elenco que intervino en ese peculiar film: Mickey Rourke (9 semanas y media), Keira Knightley (Piratas del Caribe), Christopher Walken (Francotirador), Jacqueline Bisset (Abismo), Delroy Lindo (Malcolm X), Lucy Liu (Los Ángeles de Charlie), entre tantos otros, Edgar Ramírez sobresalió de tal manera que su actuación y protagonismo lo catapultaron instantáneamente en su desafiante y exitosa carrera cinematográfica.
Tuve la oportunidad de ver Domino y comentarla con Edgar en una presentación que nos hizo a un grupo de amigos hace algunos años. Quedé sorprendido y admirado, les comentó el porqué.
Coco (Edgar Ramírez) debía encarnar a un criminal latinoamericano y para tal fin, en un inusitado atrevimiento venezolanista, el “gocho genial” le pidió al director que le permitiera interpretar al bandolero como si éste fuera venezolano y no mexicano. Tony Scott aceptó la sugerencia y Coco debería entonar entonces un acento marcadamente criollo y pronunciar palabras prototípicas de nuestro argot más rancio y característico.
Para diferenciarnos en el lenguaje, el filólogo Edgar Ramírez en un arrebato de genialidad y conocimiento de nuestra cultura, de la real, de la cotidiana, de la de carne y hueso, escogió una palabra que los venezolanos empleamos con excepcional desparpajo, una palabra que ningún otro latinoamericano usa con tanta singularidad y frescura.
La palabra escogida para distinguir a Coco como bandido venezolano fue: “mamagüevo”.
El mamagüevismo revolucionario
No creo que la selección semántica de Edgar haya sido provocada por la crisis política que el chavismo le ha causado al país ni creo que Maduro, Cabello o Jorge Rodríguez hayan inspirado el uso del término. Por más tachirense que sea Edgar y por más que Maduro, Cabello o Rodríguez sean para el imaginario popular unos memorables “mamagüevos”, su motivación fue más bien cultural y en lo que cabe estética.
Un “mamagüevo” para los venezolanos no es aquel que comete felación (sexo oral), un “mamagüevo” es un tipo soberbio, pedante, alguien que no nos cae bien por su arrogancia y fatuo engreimiento.
Todo enchufado chavista es un “mamagüevo”, pero no todo “mamagüevo” es chavista. También los hay en la oposición. La palabra recoge una antipatía exacerbada, una arrechera aglutinada en la garganta y un desprecio hondo, muy hondo, como el que sentimos contra el chavismo.
Lo que nos hace inferir que si Edgar Ramírez no fuese actor sino historiador quizá su motivación como filólogo cambiaría y llamaría al período chavista, por su estética y por su cultura, un “mamagüevismo revolucionario”. Sus próceres saltan a la vista: Carreño, Silva, El Aissami, Chaderton, Ramírez, Carvajalino, Barreto, etc.
Pensándolo bien: ¿será que a Edgar sí lo inspiró la crisis política y sus próceres?
Le preguntaré.
La Venezuela de pinga
Otra curiosidad semántica y cultural venezolana es que la antítesis del “mamagüevo” la representa otra figura fálica: el tipo que es “de pinga”.
El venezolano “de pinga” es un tipo pana, buena gente, amigable y exitoso; un tipo que colabora, respeta y apoya al venezolano y a Venezuela, que enaltece nuestra cultura y sublima la venezolanidad.
Un tipo “de pinga” jamás sería chavista ni apoyaría su “mamagüevismo revolucionario”. No lo usaría ni se beneficiaría de él, todo lo contrario: lo acusaría y enfrentaría.
Porque el venezolano “de pinga” es un emprendedor, un demócrata, un humanista liberal, un creador de oportunidades, un ejecutivo y un productor, un reivindicador de derechos, un artista, un activista de la libertad.
Venezuela será “de pinga” en la medida que los venezolanos “de pinga” se unan para enfrentar a los “mamagüevos” que han impuesto su dictadura. A veces nos frustramos y pensamos que los “mamagüevos” son mayoría pero no es verdad, no lo son. Los venezolanos “de pinga” son…, somos mayoría.
Estoy convencido de que una Venezuela “de pinga”, muy “de pinga” ha florecido. La encarnan los estudiantes, María Corina, Leopoldo López, Daniel Ceballos, Antonio Ledezma, Lilian Tintori, Mitzy Capriles, Gabriela Montero, Ricardo Haussman, Ana Julia Jattar, Gerver Torres, J.J. Rendón, David Morán, Edgar Ramírez…, la encarnas tú, la encarnamos todos los que aspiramos y luchamos por la libertad, los que no nos calamos el mamagüevismo revolucionario y los que estamos dispuestos a jugarnos la vida porque lo “de pinga” en Venezuela, es decir, lo humano, lo industrioso y creativo, lo respetuoso y apto, vuelva a florecer y prosperar.
Si Bolívar fue el venezolano más “de pinga” de la libertad, sigamos su ejemplo, liberemos al país, liberémonos, la Venezuela “de pinga” no sólo está en ti y en mí, eres tú y soy yo, somos nosotros, la Venezuela “de pinga” está en nuestro porvenir, hagamos que prevalezca, hagamos que venza.
Unamos lazos, que muera el mamagüevismo de la opresión. Compatriotas fieles, la fuerza es lo “de pinga” de la unión.
Sigamos el ejemplo que el Táchira dio.
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